miércoles, 5 de marzo de 2008

Yo con todo.

Cerré los ojos y al segundo estaba en otro lugar. Por supuesto que todo existía, por supuesto que todo era real.
Mi mundo estaba dado vuelta, y los colores cambiaban a medida que mi energía decidía alterar su intensidad.
Yo era mi energía, mejor dicho, yo era energía.
Todo era energía, todo vibraba y latía.
Todo era vida, yo era lo mismo que todo lo otro.
Era yo con lo otro.
Era yo con todo.

Realidad irreal.

Vemos todo, y no vemos nada. Sentimos poco, creyendo sentir demasiado.
Sabemos mucho de nada, y hay tanto desconocido con lo que convivimos, que decidimos ignorar para no atorar nuestra concentración que ya está muy ocupada en aburrirse con diversiones ficticias
Si desde que uno tiene conciencia, nos hacen creer que estamos en un mundo complicado, es lógico que las cosas se hagan tan difícil.
Se podría enseñar a disfrutar de un amanecer, un atardecer, a observar con la atención con la que se ve un programa en la caja boba, la perfecta danza que hace un árbol cuando se siente motivado por el viento.
También podríamos aprender a disfrutar de la armonía, la calma, la tranquilidad y la paz. Descartar el nerviosismo, la vorágine y los problemas causados por la propia cabeza.
Despertar sintiendo una tormenta, me hizo levantar sin abrir los ojos, sin querer ver una realidad que no existía.
Cuando me di cuenta de lo que sucedía, estaba bajo la lluvia, los truenos, rayos y centellas.
De veras que es complicado sonreir sin que sonría el alma, de veras que no se puede saber cómo va a ser un día desde la cama.
Sentir frío, en la cabeza y en el corazón, es tan complicado como querer desaparecer del mundo aunque sea por un instante.
¿Se puede ser feliz sin sonreir?
¿Se puede sonreir sin ser feliz?